sábado, 1 de septiembre de 2007

De Delhi al Rajastán, y bajando

No puedo decir que la India me recibiera con los brazos abiertos. Más bien con una pléyade de pillos intentando sacar partido. Pero solventando los contratiempos iniciales, propios de una megaciudad como Nueva Delhi, el viaje en bus “turístico” que me vendieron hasta Agra resultó de lo más interesante.

Cierto que habían turistas, todos indios menos un servidor, que en las casi 6 horas de trayecto – para cubrir 200km – reunieron el valor suficiente para pedirme una foto. ¡La primera vez que me ocurre en el subcontinente Indio! Cierto es que recuerdo a la niña nepalesa que me pidió si podía darle una foto mía, pues la pobre no tenia cámara. “¡Para que la quieres, si no soy guapo!” Le dije, y se rió.

Siento añoranza por la calidez de la gente nepalesa. Siempre con el namasté por aquí y por allá, sonriendo y uniendo las manos a la altura del pecho o frente cada vez. En Delhi me devolvían el saludo en ingles, cuando lo hacían. Pero conforme me muevo hacia el sur – ahora mismo en el Rajastán de los bravos maharajaes rajputas – voy encontrándome más a gusto, con gente mucho más amistosa.

Ayer un tren me trajo a Jaipur, esta noche otro me llevará a Udaipur – ciudad de cuento de hadas, a ver si encuentro alguna. En la estación de Agra pasaba lo típico, mucha gente intentando sacar partido. Cuando finalmente llegó el tren no entendía los códigos de los vagones y, preocupado de que partiera sin mi, salte a un vagón repleto de rostros que me miraban con los ojos bien abiertos. Decenas, cientos de ellos, acompañados de palabras indescifrables, llamadas, gritos y el ruido de múltiples ventiladores fijados en el techo…todo ello aderezado con un fuerte olor a comida y humanidad.
En un acto de lucidez, me recuperé y salté de nuevo al andén, para cabizbajo, avergonzado y tan rápido como podía, buscar mi confortable vagón con aire acondicionado.

No hay comentarios: