martes, 17 de junio de 2008

Un bálsamo llamado "Sonrisas de Bombay"

A mi llegada a Vasai East escapando del horror que había vivido en Mumbai y su lamentablemente célebre Kamathipura – el mayor distrito rojo de Asia – sólo la llama de la indignación alimentaba mis pasos.

No podía creer cómo un país tan fascinante como la India, envuelto en ese halo de espiritualidad que mi romanticismo había tejido desde la infancia, podía albergar y, en cierto modo, aceptar, la miseria humana del tráfico de niños y tantas otras más.

Sólo pensaba en volver a España, con los míos que allá me esperaban…, pero había una cosa más que hacer. Belén, mi contacto en Sonrisas, me esperaba para ofrecerme un bálsamo en forma de risas y sonrisas de niños. Sí, también hay luces en este caos, no sé cuántas…a ver…déjame contar cuántos niños tenéis. Porque se percibe tanta alegría en sus orfanatos y escuelas, tanto amor en lo que Jaume y su gente está haciendo por ellos, que me hubiera quitado el sombrero en señal de respeto de no haberlo perdido unos días antes.

“Sonrisas de Bombay” se llama el proyecto de vida de un hombre que dejó su comodidad relativa en Barcelona para defender la vida de un orfanato y sus pequeños. Pronto comprendió la dificultad de la empresa, pues no sólo es una cuestión económica, sino que implica una lucha constante con las instituciones y, especialmente, mafias indias, que ven cómo pierden ingreso con cada niño rescatado de la calle.

Mucho me agradaron también las escuelas que mantienen y han construido, faros contra la ignorancia y fuente de recursos hacia un futuro que ilusiona. Un futuro al que todos podemos contribuir apoyándoles.

Gracias, de corazón, por compartirlo conmigo

viernes, 7 de septiembre de 2007

Despidámonos con una Sonrisa

O mil, como las que he visto en Sonrisas de Bombay.

Pero es una historia larga y estoy a punto de coger el avión de vuelta a España. Así que la escribiré en otro momento.

niños en un slum de Bombay



martes, 4 de septiembre de 2007

Bombay, meca del cine y la prostitución

Me temo que lo primero me lo voy a perder, pero ayer me di un paseo de lo más repugnante por una humilde zona de prostitución de menores.

Perros, puestos de verdura y otros respetables comercios disputaban las calles a niñas, adolescentes y mujeres adultas, mientras un par de policías apostados al inicio de la zona conversaban amistosamente con unos hombres.

Kamathipura no tiene el “glamour” de otras famosas zonas de la ciudad, donde sólo puede verse a las mujeres a través de los barrotes de su prostíbulo/prisión, pero era lo máximo que la prudencia de mis acompañantes aconsejaba visitar.

Estos eran un investigador de Rescue Foundation, uno de sus informantes y un amigo de éste. Juntos consiguen rescatar a menores todos los meses, tras un proceso burocrático lento y costoso que comienza cuando detectan a una nueva menor.

Lo primero es recabar cuanta más información mejor sobre la víctima, entregarla al juez y esperar la autorización para ir a por ella. Si esto no supusiera de por sí suficiente traba, hay que lidiar con los continuos chivatazos filtrados por la policía antes de las redadas. Niñas rescatadas acompañan a las comitivas de rescate justamente para contrarrestar los chivatazos, ya que conocen todos los escondrijos de los burdeles.

El proceso lleva un mínimo de dos meses. Mientras tanto, la madame y sus secuaces no pierden el tiempo. Para empezar hay que destruir mentalmente a las niñas. Las someten a violaciones múltiples, continuadas, las privan de alimentos y luz, les queman con cigarrillos, les muelen a palos…hasta que les hacen perder la esperanza en el mundo exterior, pensar que son tan sucias que nadie va a compadecerse de su desgracia y mucho menos ayudarlas.
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Es un negocio ilegal, pero muy lucrativo. Los 400€ o menos que llegan a pagar por las niñas se multiplican en manos de las mafias, tapando la boca a policías, jueces y políticos, me comenta el informante. “Yo odio la prostitución y por eso no acepto los sobornos. Ya he rescatado a casi 200 niñas”, continúa. “Él”, refiriéndose al investigador de Rescue Foundation, sigue la vía jurídica, pero yo no creo en ella, soy un hombre de acción”. “¡Mira, fotografía a esa chica, quiero rescatarla pronto!”. Me apremia mientras baja el cristal ahumado del coche, a la vez que yo me desespero por la calidad de las fotos que estoy tomando. “¡Imposible, no hay luz!”, le digo. “Teníais que haber venido antes...”
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Pero dos horas antes estábamos de camino. Primero en autorickshaw, después en un tren claustrofóbico abarrotado de gente que entraba, y sobretodo, salía a empujones incluso antes de que parara, escapando de un calor que ni cien ventiladores taladrados al techo conseguían sofocar.


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Lo que más me repugna es la indiferencia con la que se trata esta miseria humana. Mucha gente ve en el sufrimiento actual de las niñas reflejos de pecados cometidos en vidas anteriores. “Si les pasa eso, es por algo”.

A esto se suma el hecho de que las víctimas suelen proceder de familias pobres, lo que es sinónimo de castas inferiores. Consideradas “bajas” o incluso “intocables”, paradójicamente no se libran de las violaciones de hasta los puros brahmanes.

Pero sería muy triste acabar así, sin mencionar a los que luchan o apoyan a los que están en el frente de guerra a la prostitución. Son cientos de miles de indios, en un país de cientos de millones. Todo un acto de amor y esperanza ante este increíble país.

sábado, 1 de septiembre de 2007

De Delhi al Rajastán, y bajando

No puedo decir que la India me recibiera con los brazos abiertos. Más bien con una pléyade de pillos intentando sacar partido. Pero solventando los contratiempos iniciales, propios de una megaciudad como Nueva Delhi, el viaje en bus “turístico” que me vendieron hasta Agra resultó de lo más interesante.

Cierto que habían turistas, todos indios menos un servidor, que en las casi 6 horas de trayecto – para cubrir 200km – reunieron el valor suficiente para pedirme una foto. ¡La primera vez que me ocurre en el subcontinente Indio! Cierto es que recuerdo a la niña nepalesa que me pidió si podía darle una foto mía, pues la pobre no tenia cámara. “¡Para que la quieres, si no soy guapo!” Le dije, y se rió.

Siento añoranza por la calidez de la gente nepalesa. Siempre con el namasté por aquí y por allá, sonriendo y uniendo las manos a la altura del pecho o frente cada vez. En Delhi me devolvían el saludo en ingles, cuando lo hacían. Pero conforme me muevo hacia el sur – ahora mismo en el Rajastán de los bravos maharajaes rajputas – voy encontrándome más a gusto, con gente mucho más amistosa.

Ayer un tren me trajo a Jaipur, esta noche otro me llevará a Udaipur – ciudad de cuento de hadas, a ver si encuentro alguna. En la estación de Agra pasaba lo típico, mucha gente intentando sacar partido. Cuando finalmente llegó el tren no entendía los códigos de los vagones y, preocupado de que partiera sin mi, salte a un vagón repleto de rostros que me miraban con los ojos bien abiertos. Decenas, cientos de ellos, acompañados de palabras indescifrables, llamadas, gritos y el ruido de múltiples ventiladores fijados en el techo…todo ello aderezado con un fuerte olor a comida y humanidad.
En un acto de lucidez, me recuperé y salté de nuevo al andén, para cabizbajo, avergonzado y tan rápido como podía, buscar mi confortable vagón con aire acondicionado.

viernes, 31 de agosto de 2007

"Una lagrima en el rostro de la eternidad"


Con esta sencilla frase intenta describir Tagore la belleza del Taj Mahal, construido por el dolor de la muerte del ser amado, si no por el amor en si.

Ayer yo me quede sin palabras. Para que? Lo que uno sienta al contemplarlo dependera de el mismo, de su estado de animo, del amor que albergue... pues me parecio un espejo, blanco, puro. Para Kippling representa justamente eso: "todo lo puro".

Solo dire algo que no se ve en las fotos. Su superficie de marmol esta repleta de un sinfin de piedras preciosas y sus vidrieras, tambien de marmol, siguen una tecnica de la vieja Europa. De hecho, en su construccion participaron artistas de varias partes del mundo.

Desde luego, hay que venir y vivirlo.

PD: tuve la "suerte relativa" de ir un dia de disturbios en Agra, que redujo el numero de visitantes a una cuarta parte de lo habitual. Me persiguen...

martes, 28 de agosto de 2007

El taxibus

Encontrándome yo con el deseo de visitar Bhaktapur - y así poder apreciar la belleza del tercer reino Malla del valle de Katmandú - no eran pocos los taxistas que se ofrecían a llevarme.

Sin embargo, como mi bolsillo se negaba a desembolsar las 1000 rupias que me pedían por un trayecto de 15km - unos 12 euros -, pregunte por buses. "No los hay", me aseguraron. "Hay que ir a tal sitio primero y de allí a tal otro, donde se encuentran todos. Muy complicado."

"De acuerdo, muchas gracias", les dije mientras me dirigía allá a lo lejos, hacia donde, si mi vista no me engañaba, estaba viendo varios autobuses.

Tras cruzar un pastizal encontré el ansiado premio. Buses grandes y pequeños, con ventanas o sin. Incluso algunos, con conductor.

"To Bhaktapur, please!", exclamé. Y antes de que un taxista del lugar acudiera raudo a mi captura, un hombre contestó: "Yes!" "¿Cuándo y cuánto?", repliqué. "Now, 200 rupies", recibí por respuesta.

No queriendo tentar mi suerte, salté al bus seguido del conductor y su acompañante y, antes de que me percatara de que era el único pasajero, ya estábamos en marcha.

"No puede ser, si esto es como ir en taxi, ¡pero utilizando un bus! ¿Cómo me pide sólo 200...? Ya verás, seguro que por el camino va recogiendo a mas gente". Pensaba yo.

Pero no, por el camino lo único a reseñar es que yo me comí un paquete de galletas - estoy saturado de tanto picante, el fuego ya me sale hasta por las orejas - y el conductor se enfrascó en una carrera de adelantamientos con bicicletas, burros, vacas, rickshaws, camionetas, buses… ¡e incluso coches!

PD: al final les di 300 rupias y se quedaron encantados. No me lo explico.

Niños y "ninots"

Mi mochila llegó a Nepal repleta de una tropa de animalillos de variados colores, formas y tamaños.

Todos compartían un denominador común: eran los peluches de mis sobrinos - ojo, no mis propios sobrinos – cedidos con mayor o menor resistencia para que los regalara en los orfanatos a visitar.

No obstante, la experiencia me ha demostrado que no es en ellos donde más falta hace o donde son más deseados, pues mucha gente con la misma o mejor intención que yo ha llevado ya cientos (esto no tiene por que ser así en todos los orfanatos, ojalá, pero al menos se cumple en los que he visitado).

De modo que hoy me decidí a repartir cuatro de ellos por la calle, a modo de experimento. La "población objetivo” la formaban niños de los llamados “de la calle” - como si ésta pudiera dar a luz – que hablando claro suelen ser abandonados, despreciados o marginados por sus familias, la sociedad, o ambas.

Además, era importante que no me hubieran pedido dinero antes, ya que en caso contrario estaría recompensando su mendicidad y empujándolos a la triste profesión de “niños mendigo”, reforzando la percepción de verlos como fuentes de ingresos por sus padres o protectores.

Los resultados los veréis cuando pueda subir las fotos, pero os adelanto que el brillo que se encendió en los ojos de esos niños, casi me ciega. Aún estoy deslumbrado.

Nota: en Valencia llamamos “ninots” a muñecos, normalmente de cartón-piedra, que se asocian a críticas sociales, contienen ilusiones y se queman en la noche de San José. Dicen que de las cenizas brotan estas ilusiones por una sociedad mejor.