Mi llegada a Kathmandu ha sido inesperadamente cómoda. Dormí casi todo el viaje y al llegar, una pancarta con mi nombre - mejor dicho - la persona que la portaba, me llevó al hotel. De lujo.
Se encuentra en el barrio de Boudha, donde se concentra la comunidad Tibetana exiliada y la vida gira en torno a la mayor stupa de Nepal, donde se dice que hay una reliquia de Buda. Me quedé boquiabierto al ver la cantidad de gente que caminaba alrededor de ella, haciendo girar sus ruedas de oraciones y conversando con sus compañeros. Un acto a medio camino entre lo religioso y lo social, como lo demuestra el improvisado grupo que se formó para contemplar sonrientes un baile de máscaras...con aterradoras caras de demonios, acompañadas por una no menos inquientante música.
domingo, 19 de agosto de 2007
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